viernes, 6 de marzo de 2009

¿Dicen que hay carrera?

Dicen que hay carrera investigadora. Cuanto menos, un esbozo. No para mí. Y menos con la nula oferta de empleo público de este año. Finalmente, a crisis me alcazó a mí también.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Nature

Después de tantos, tan largos meses, está enviado.

Una de mis ilusiones, de las pocas cosas que me quedan por alcanzar en mi carrera científica que realmente he querido desde siempre.

En poco tiempo veremos si ha merecido la pena

miércoles, 4 de febrero de 2009

Los días y las noches

Ultimamente tengo la sensación que los días (y mis noches) se suceden unos a otros sin diferenciación: la misma rutina, los mismos deberes. INformes, mensajes, solicitudes... Escasos minutos para ciencia. Pero, sobre todo, un profundo cansancio.


En el fondo de mi mente, la misma pregunta: ¿para qué?

lunes, 2 de febrero de 2009

Una brillante carrera

La verdad es que sí.

Se puede hundir una brillante carrera de manera muy sencilla. Basta con que te hagan jefe de algo con nombre rmbombante y que te hunda en burocracia. En toneladas de papeles, informes, firmas y correos electrónicos.

Tantos años de preparación para terminar siendo un administrativo de alto nivel.

viernes, 29 de febrero de 2008

El problema más importante

- ¡Sí!, -contesté-. Es lo más relevante. Su respuesta supondría toda una revolución.

- Entonces supongo que a él dedicas la mayor parte de tu esfuerzo.

- Um, no -mi respuesta-. En realidad colaboro con equipos dedicado a ello, pero de manera tangencial. Digamos que pongo las piedras que hacen la calzada que permitirá llegar hasta el destino.

Una analogía para ocultar tal vez mi desconcierto, mi perplejidad. Porque, ¿acaso no debería dedicarme verdaderamente a lo importante, a crear, verdaderamente, un nuevo paradigma?

miércoles, 6 de febrero de 2008

¿Qué quieres que te diga?

Con esa sencilla pregunta, tal vez he sellado el destino de un colega...

Ayer me preguntaron sobre la calidad de la investigación de alguien que conozco bien. Como persona y como investigador, desde que empezó como estudiante predoctoral. De hecho, le había recomendado anteriormente para una beca de prestigio, y estuve en su tribunal de tesis. El objetivo de la pregunta, la realización de perfiles priorizados para la futura estabilización.

Mi interlocutor me respondió que no necesitaba saber más. Así que con una pregunta retórica he sellado, tal vez, el futuro de una persona. No me arrepiento, creo que su trabajo es bastante mediocre, que que le queda mucho por madurar, si es que llega a hacerlo. Sé que de llegar a conseguir una plaza de investigación, pararía su actividad (ya de por si escasa) y se limitaría a ser un funcionario más, de 9 a 5.

Pero también sé que no es el método, que estos obscurantismos, chanchulleos, subterfugios, movimientos detrás del telón, no nos favorecen. ¡Ojalá hubiera más luz, más taquígrafos! ¡Ojalá se pudiera exigir responsabilidades a quienes toman las decisiones sobre política científica!

miércoles, 23 de enero de 2008

¿Me equivoqué?

Hace años tomé una importante decisión: cansado de los continuos viajes a España a ver a la familia, la falta de verdaderas vacaciones, de recomenzar mi vida social con cada año académico, decidí que ya estaba bien y regresé a Europa. También las restricciones legales sobre mi residencia en EEUU tuvieron algo que ver, pero no creo que hubiera sido un obstáculo real de haberlo intentado de verdad.

Ahora me pregunto, una vez más, si hice lo correcto. Por varias razones.

Estoy sentado en el despacho de una importante figura de la Universidad de Berkeley. De visita, durante unos días. De hecho, él es el vicechancellor, una figura de peso. Durante estos días no cesan de pasar por "mi" despacho un sinnúmero de personas, buscándolo a él. Incluso un conocidísimo astrónomo, el codescubridor del primer planeta extrasolar, Geoff Marcy, pasó por aquí.

Desde mi despacho tengo una impresionante vista de la bahía, con el Bay Bridge y San Francisco como fondo. Fuera del edificio, están los aparcamientos reservados para los premios Nobel que trabajan en la universidad. Cinco, si he contado bien. Más que los españoles en los más de 100 años del galardón.

Pero lo que más me ha afectado ha sido conocer a un colega con otra situación muy distinta. Cinco años más joven, en muchos aspectos se me parece. Sin embargo, él tiene pareja, niños, un círculo asentado. Sí, problemas como todo el mundo, pero sus espectativas vitales son bien distintas a las mías. Y al final del día, no se encuentra sólo, frente a informes o artículos por escribir. Su mundo es mucho más inmediato, real.

La libertad tiene un precio. Pero también debiera tener un objetivo.