miércoles, 12 de diciembre de 2007

Diez razones para no regresar

Este post es un articulo escrito por Javier Saez Castreasana, quien dirige la Unidad de Biología de Tumores Cerebrales en la Universidad de Navarra.

Tras 15 años de políticas variopintas para la captación de "cerebros de investigación" España sigue sin garantizar el futuro de éstos una vez en su tierra.

Paso a dar diez razones (hay muchas más) para aconsejar a las nuevas promociones de científicos postdoctorales españoles que sigan en sus puestos mientras puedan y sólo regresen si no hay más remedio y amarrando todos los cabos posibles, porque, de otra manera, con la simple confianza en el gobierno de turno, no prosperarán ni laboral ni científicamente.

1. España no ha diseñado una carrera científica. Los "cerebros" que retornen han de saber que las universidades les contratarán como docentes, despreocupándose, en general, por quehaceres investigadores, exigiéndoles fanáticamente el cumplimiento de la docencia. Sólo el CSIC ha diseñado una carrera científica. Los investigadores que llegan del extranjero son, por ello, difícilmente contratables en la universidad, o en hospitales si investigación biomédica. Además la promoción posterior es inexistente.

2. Oposiciones frustradas a plazas en la Universidad . Quienes sólo se hayan dedicado a investigar, y no a enseñar formalmente, no podrán opositar a puestos de profesor titular o catedrático, por mucho curriculum vitae que lleven a sus espaldas, ya que la función docente documentable, por escasa o inexistente, les impedirá ser incluso baremados como candidatos a tales puestos por parte de la actual ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación).

En otras palabras, España trata a este colectivo como "investigadores no docentes", aunque se pasen la vida enseñando cómo investigar y dando conferencias con sus novedosos resultados.

En nuestro país un premio Nobel no llegara a catedrático si sólo hace investigación y no da clases de alguna asignatura de licenciatura. Y esta norma se ha seguido al pie de la durante décadas, por no decir siglos, a fin de introducir en el sistema a mediocres "docentes no investigadores", impidiendo la entrada de investigadores de calidad que podrán en poco tiempo adaptarse a la docencia y contribuir con su investigación a incrementar el nivel de producción científica de nuestras universidades.

3. Exceso de carga docente. La carga docente en la universidad es habitualmente pesada y tediosa, y los "cerebros" que se encuentran en el extranjero, en general, desean investigar. Al regresar a España, si se les explota excesivamente con la docencia, suelen rebelarse y los problemas comienzan. Por otra parte, si no se les da ninguna carga docente se encuentran en la situación descrita en el punto anterior, lo cual a la larga podrá ser peor, cuestionándose incluso desde la propia universidad si tal o cual "investigador no docente" debe continuar en el puesto que ocupa.

4. Dificultad para formar un grupo investigador. Aún cuando encuentren un puesto como investigadores en algún instituto de nueva creación o en algún centro del CSIC, que no en la universidad, los "cerebros" tendrán muy difícil formar su propio grupo de investigación al estilo del que ellos conocen en otros pases, ya que, en general no recibirán personal adscrito bien formado, sino, a lo sumo algún becario para hacer la tesis doctoral bajo su dirección y después abandonar el grupo. Esta realidad no mejora con el tiempo, sino que se cronifica y año tras año logra minar la ilusión científica de gran número de investigadores de nuestro país.

5. Escasa o nula financiación básica. España no otorga, ni siquiera a sus mejores investigadores, una mínima cantidad de dinero anual para poder investigar. Es cada jefe de grupo quien debe solicitarlo al Ministerio, explicando en largos y tediosos documentos lo que quiere hacer, lo que ha hecho en el pasado, su historial de publicaciones científicas, etc.

En estos menesteres gasta el "cerebro" la mayor parte de su energía, sin ayuda de personal de secretaría de ningún tipo, lo cual le hará sentir que pasa demasiado tiempo pegado al ordenador y no pensando precisamente en experimentos científicos sino en cómo conseguir el dinero que necesita para realizar su propio trabajo.

¿Saben Vds. de algún otro trabajo en que se trabaje para conseguir el dinero con el que hay que comenzar a trabajar? ¿Y si a pesar de todo no se consigue? Así es la vida del investigador universitario. Cualquier ingeniero que hace investigación, sin embargo, por estar asociado a empresas patrocinadoras, puede plantearse objetivos más concretos, ya que existe una mínima financiación estable, consiga él dinero o no.

6. Exceso de burocracia en los procesos de investigación. La propia institución de investigación, sea el CSIC o las universidades, por un exceso de burocratización y sin mala fe en muchos casos, o con mala fe en otros, puede llegar a impedir al investigador que realice parte de esas peticiones económicas a las agencias de financiación, as como la entrada de becarios o el establecimiento de colaboraciones científicas con otras instituciones. Sin entenderlo, por tanto, no es raro que el investigador sienta que la propia institución donde trabaja no le facilita, sino lo contrario, su labor de búsqueda de financiación y personal adscrito bajo su dirección.

7. No se contratan investigadores fuera de los puestos de funcionarios: profesores titulares o catedráticos. Normalmente en España se dirige un grupo de investigación o se hace la tesis en él, para luego abandonarlo. No hay forma de contratar a un postdoctoral con experiencia que no quiera dirigir un grupo. Las "capas intermedias" no existen. No hay dinero para contratar a personal cualificado de forma permanente.

Esto supone un gran riesgo para los laboratorios: los directores no disponen de gente cualificada y ven con tristeza cómo ellos mismos van quedando desfasados de lo que un día hicieron. La calidad de la investigación de sus grupos puede ir disminuyendo progresivamente.

8. La productividad científica no se ve recompensada en España. Sólo se evalúa desde el Ministerio el crecimiento curricular de los profesores funcionarios (profesores titulares y catedráticos). El resto de profesores españoles son injustamente olvidados, produzcan lo que produzcan, incluso si producen más o mejores resultados que algunos de los profesores titulares y catedráticos. Simplemente no se les pagará nada extra por ello. Y si producen poco, tampoco se les penalizará.

9. Falta de personal técnico o de apoyo. Lo normal es que el investigador haga todo lo que tiene que hacer él solo: pedir fondos, rellenar folios y folios cada año con solicitudes, justificaciones, inventarios, facturas; buscar bibliografía publicada, escribir artículos dominando los programas informáticos existentes para ello; hacer fotografías o dibujos explicativos para incorporar a las publicaciones (hay que ser casi un experto del Photoshop o programas similares); dirigir a los becarios predoctorales de su grupo de investigación; atender las cuestiones que vengan de su Facultad o centro de investigación.

En fin, poco tiempo le queda para investigar (pensar, discutir con otros, releer temas de contraste) con serenidad. El investigador español pierde mucho tiempo por no disponer de ayuda suficiente a nivel de secretaría fundamentalmente.

10. Un conjunto de diferentes razones como las líneas de investigación prioritarias cambiantes cada poco número de años; la baja consideracion social, laboral y económica del investigador; la injusticia curricular que normalmente ha desfavorecido a quienes eran originales, inteligentes y sabían hacer sin dar demasiada lata; las célebres y nuevas inhabilitaciones a priori, según las cuales no se permite solicitar dos proyectos a la vez como investigador principal, perdiéndose los dos sistemáticamente al solicitarlos incluso por error; y muchas otras razones me obligan a recordar a estos jóvenes investigadores que el científico en España difícilmente puede llegar a realizar una investigación seria, competititiva y con utilidad.

Además se cronifica como un ser en minoría de edad, bajo salario, becario permanente, sin fijeza en el trabajo, a la caza constante de dinero para investigar, finalizando todo ello casi siempre en la génesis de un ser desanimado, con pérdida de autoestima, por no decir solitario, taciturno, cansado de la vida (de la profesional al menos).

Pero muchos siguen adelante: el científico no sólo investiga por vocación, o por gusto, o por obligación desde instancias superiores (aunque nadie le obliga, ciertamente), sino también y sobre todo si lleva años investigando, por voluntad cajaliana con el convencimiento de que, a pesar de los obstáculos que el sistema español de ciencia y tecnología le pueda poner, unidos a los creados por su propio lugar de trabajo, él tiene una misión en esta vida y, humildemente, tiene que llevarla a cabo.

sábado, 1 de diciembre de 2007

La Investigación, en "El País"

Escelente artículo de "El País". Sin triunfalismos, sin pesimismos exagerados. ¿Servirá para algo?