miércoles, 23 de enero de 2008

¿Me equivoqué?

Hace años tomé una importante decisión: cansado de los continuos viajes a España a ver a la familia, la falta de verdaderas vacaciones, de recomenzar mi vida social con cada año académico, decidí que ya estaba bien y regresé a Europa. También las restricciones legales sobre mi residencia en EEUU tuvieron algo que ver, pero no creo que hubiera sido un obstáculo real de haberlo intentado de verdad.

Ahora me pregunto, una vez más, si hice lo correcto. Por varias razones.

Estoy sentado en el despacho de una importante figura de la Universidad de Berkeley. De visita, durante unos días. De hecho, él es el vicechancellor, una figura de peso. Durante estos días no cesan de pasar por "mi" despacho un sinnúmero de personas, buscándolo a él. Incluso un conocidísimo astrónomo, el codescubridor del primer planeta extrasolar, Geoff Marcy, pasó por aquí.

Desde mi despacho tengo una impresionante vista de la bahía, con el Bay Bridge y San Francisco como fondo. Fuera del edificio, están los aparcamientos reservados para los premios Nobel que trabajan en la universidad. Cinco, si he contado bien. Más que los españoles en los más de 100 años del galardón.

Pero lo que más me ha afectado ha sido conocer a un colega con otra situación muy distinta. Cinco años más joven, en muchos aspectos se me parece. Sin embargo, él tiene pareja, niños, un círculo asentado. Sí, problemas como todo el mundo, pero sus espectativas vitales son bien distintas a las mías. Y al final del día, no se encuentra sólo, frente a informes o artículos por escribir. Su mundo es mucho más inmediato, real.

La libertad tiene un precio. Pero también debiera tener un objetivo.

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